10 cualidades de un maestro que deja huella*

En México, los docentes trabajan por enseñar a sus alumnos una formación integral que les permita ser mejores personas. Esta lista señala algunas de las características que, inevitablemente, posee un gran maestro.
Actualmente se vive una época en la que la falta de vocaciones ha
orillado a muchos jóvenes a encontrar un trabajo, el que sea que resulte
menos complicado, sin importar los objetivos profesionales. Por si
fuera poco, la situación que se vive ha creado una mala percepción sobre
los maestros mexicanos y la gran labor que realizan día a día.
Frente a esta situación, es importante destacar a aquellos maestros
entregados a sus estudiantes. Valores como la vocación, el tener una
importante experiencia de vida pluridisciplinar, o el haberse esforzado
en el trabajo diario durante la carrera para tener un buen expediente
académico, deben ser reconocidos.
En este día del maestro, hemos decidido enlistar algunas de las
características que encontramos en los profesores que dejan una huella
imborrable en sus alumnos:
1. Cordialidad y cercanía
El maestro tiene que conseguir con su trato, que los niños no tengan
miedo a preguntarle y pedirle consejo cuando sea necesario. Si
descontamos las horas de sueño, en algunos casos, el niño pasa más
tiempo con el maestro que con sus padres, y a veces de forma mucho más
intensa y comunicativa. Dejando aparte la relación de
enseñanza-aprendizaje, es fundamental “romper el hielo” en la necesaria
relación humana que se va a establecer.
2. Entereza y autoridad
El respeto que va a ser necesario en la educación global de los
niños, tiene que mantenerse siempre como referente por parte del
docente, y aunque éste habrá de ser mutuo, será el maestro,
especialmente en los primeros cursos, quién tendrá que establecer los
límites en el aula; y, para ello tendrá que saber mantenerse firme
cuando sea necesario y cuando la distinción de su rol corra peligro, por
supuesto, siempre lejos de cualquier signo de violencia.
3. Paciencia
El maestro ha de ser paciente. Una de las bases de la educación
actual es que no hay dos niños iguales. Sus ritmos de trabajo, sus
comportamientos en clase y todos los factores externos que puedan
afectar a su aprendizaje, provocan lógicos desfases en las necesidades
temporales de aprendizaje de cada uno. Unos necesitarán más tiempo y
otros menos para hacer las tareas y comprender lo visto en clase.
Al igual que debería ocurrir, por ejemplo, con los médicos, y aunque
por motivos distintos, los maestros no hacen un trabajo rutinario que
puedan desarrollar fríamente, sin humanidad y sin pasión, ni siquiera
basta con que el entusiasmo se sienta por dentro, porque es algo que
tienen que transmitir. Los alumnos, en este caso, deben de ser
conscientes en todo momento de que se les está tomando en serio y de que
el maestro no está, simplemente, cumpliendo un horario y deseando
terminar su “trabajo” para irse pronto a casa.
Son muchas las tareas y exámenes que tendrá que corregir, y por su
lógica cualidad humana, en ocasiones se producirán errores que habrá de
subsanar con humildad y rapidez. Es un valor muy importante que ha de
transmitir a sus alumnos también en su actitud cotidiana ante ellos.
El maestro debe tener lo que coloquialmente se llama, “don de
palabra”. No hay que olvidar que en el proceso comunicativo que se
establecerá cada día en el aula, él desempeñará la mayor parte de las
veces el papel de “emisor”. Pero también será a menudo “receptor” y
recibirá constantes respuestas que, sobre todo en los primeros cursos de
los niños, no siempre estarán claras, a veces incluso serán
tremendamente confusas, y él las debe saber interpretar en la medida de
lo posible para poderles corregir positivamente. Igualmente, las
reuniones y participaciones en los equipos docentes del colegio, donde
tendrá que participar activamente, serán otro “campo de batalla” donde
tendrá que mostrar una adecuada fluidez verbal.
El maestro se va a encontrar a menudo con situaciones en las que, con
los recursos establecidos o habituales, no será capaz de encontrar
soluciones rápidas o eficaces. Es aquí donde su creatividad e
imaginación va a ser importante para “sacarse de la manga” propuestas de
solución viables. Esta creatividad también le resultará muy útil a la
hora de hacer planteamientos didácticos novedosos o interesantes.
8. Buena preparación y disposición a la formación continua
A lo largo de sus estudios de magisterio, habrá adquirido muchos de
esos conocimientos, tanto prácticos como teóricos, pero estos no siempre
serán suficientes. Además de una lógica y continua labor de
recordatorio para mantener frescos sus conocimientos, el maestro deberá
tener una adecuada predisposición a continuar formándose, prácticamente
de forma ininterrumpida.
9. Capacidad de organización y planificación
El maestro va a tener que pasar de una materia a otra varias veces a lo largo de una jornada, y lo tiene que hacer de forma organizada. No sólo respecto al horario, que es algo bastante fácil de llevar y asimilar por los niños, sino de las adecuadas transiciones, y a veces relaciones, entre contenidos.
10. Capacidad de evaluación
La evaluación no tiene que pecar ni de ser muy rígida ni muy blanda; ha de ser eficaz. El niño ha de saber cuándo lo ha hecho mal, pero hay que saberle motivar para buscar su mejoría, y no frustrarle en exceso mientras haya margen de corrección.
A todos esos maestros que se entregan incansablemente a su labor, muchas gracias. Y tu, ¿recuerdas el nombre de algún maestro que te haya marcado?¿Qué otra cualidad incluirías en esta lista?
Publicado el 15 de mayo de 2015.
* http://ediciones-sm.com.mx/?q=blog-10-cualidades-de-un-maestro-que-deja-huella
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